Una mujer inolvidable no teme mostrarse como es, ser auténtica, abrir su corazón y dejar que sus emociones descubran su interior.
De sonrisa fácil y lágrimas a flor de piel. Sin poses, sin artilugios y sin máscaras.
Es tan transparente que deja traslucir su alma, es consecuente con su sentir y su pensar, es fiel a sí misma, a su palabra y a los compromisos adquiridos. Íntegra, tierna y sensible .
Da siempre lo mejor de sí, sin esperar compensación.
Incapaz de albergar resentimiento. Su corazón es tan puro y diáfano cual diamante.
No le preocupa que los demás la sepan vulnerable y frágil. Sabe que la perfección no existe y como tal no está exenta de cometer errores, pero está dispuesta a aprender de ellos y pulir su alma cada día.
Asume con valor y dignidad las consecuencias de sus actos. No teme disculparse y reconocer sus errores, hablar sin tapujos de lo que siente y es importante para ella.
Defiende sus principios y no se doblega ante nada.
Una mujer inolvidable no pierde su capacidad de sorprenderse y de ver siempre lo mejor de cada situación y de cada persona.
Conserva su ingenuidad, su pureza, su dulzura, se niega a dejar de creer en la vida y en lo bueno que conservan las personas en su corazón.
Lucha por sus ideales con ahínco y con tesón, es capaz de recomenzar cuantas veces sean necesarias, se niega a claudicar ante la adversidad. Es aquella que resurge de sus cenizas cual ave fénix.
Una mujer inolvidable es un ser humano común y corriente. Somos frágiles, fuertes, dulces, tiernas, amorosas y cariñosas. A veces gruñonas, siempre guerreras defendiendo nobles ideales. Maternales por naturaleza, especiales por la sola razón de ser lo que somos: «La mas hermosa creación de Dios.
Autora:
Lucía Uozumi.
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